miércoles, 10 de junio de 2009

2008

Desde el espacio y el mar vuelven a la superficie terrestre, solos o en compañía, buzos y astronautas. Sobre sus cabezas edificios que invaden la atmósfera. Observan y contemplan los restos del abandono, desgastados por el tiempo entre el asfixiante humo pesado y otras veces liviano, el propio origen como objeto de exploración, máscaras y tubos que aportan un aire artificial, encerrados en su propia invención. Industrias, edificios corporativos huellas del trabajo del hombre de un pasado incierto. Humo traslucido que opaca la vista, esa necesidad de encontrar, tal vez a mí mismo. Entre la incertidumbre y soledad que tanto atesoro, vagando entre los abismos de lo infinito y lo abismal no requiero de estos trajes que me protegen del hostil mundo exterior. En burbujas artificiales, nos mantenemos aislados pero no distantes, afrontamos lo extraño y confiamos la continuidad, nuestra continuidad, al paso del tiempo.
Estas obras se caracterizan por jugar con dos tipos de imágenes que se relacionan, por un lado la figura humana y por otro la arquitectura. Las primeras aparecen siempre surgiendo, asomándose en la escena, si bien las obras se caracterizan por la correlación simbólica de estos elementos figurativos, a la vez se evidencia un alejamiento de la figura del fondo, lo que genera un contraste simbólico del elemento creado por el hombre, en este caso los edificios y estos remitiendo a esta misma creación. Las figuras humanas dejan ver a través de las expresiones del rostro, un tono de expectación y critica hacia esta nueva realidad
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